La vejez como nuevo eje del desarrollo

Estamos ante una transformación silenciosa pero imparable: el envejecimiento de México. Así como un día construimos escuelas para millones de niños, hoy debemos edificar un nuevo sistema para acompañar la vejez con dignidad. Este artículo revela cómo la longevidad será la próxima gran industria del país, y por qué decidir hoy qué hacer marcará el rumbo de nuestra sociedad en los próximos 30 años. ¿Estamos preparados para ese futuro?

ESCENARIOS FUTUROS

Por Francisco Rangel Cáceres

4/21/20254 min read

A lo largo del siglo XX, México vivió una de las transformaciones más trascendentales de su historia moderna: la consolidación de la industria escolar. En 1950, apenas 3.2 millones de estudiantes estaban inscritos en el sistema educativo nacional. Medio siglo después, en el año 2000, esa cifra superaba los 29.6 millones de alumnos, y actualmente rebasa los 35 millones. Este crecimiento no solo implicó la construcción de escuelas y la formación de docentes, sino también el desarrollo de una robusta infraestructura institucional, económica, cultural y tecnológica al servicio de la niñez y la juventud.

Este proceso educativo masivo fue, sin duda, una de las industrias sociales más exitosas del siglo XX en México. Su impacto transformó la movilidad social, la economía del conocimiento, la salud pública y el desarrollo nacional. Hoy, al iniciar el siglo XXI, un fenómeno de escala similar llama a nuestra puerta, aunque con una naturaleza distinta: la revolución del envejecimiento poblacional.

En 2020, México contaba con 15.1 millones de personas adultas mayores de 60 años, equivalentes al 12 % de la población. Para 2050, esta cifra se duplicará, alcanzando los 33.4 millones y representando el 22 % del total nacional. Estamos ante una transición demográfica sin precedentes: una transformación silenciosa pero profunda, que redefinirá las prioridades del Estado, la economía y la sociedad.

Así como en el siglo pasado México edificó un sistema educativo capaz de formar a millones de niñas, niños y jóvenes, hoy se requiere una infraestructura paralela para acompañar a millones de personas en su proceso de envejecimiento. Y no se trata únicamente de pensiones o clínicas geriátricas. Se trata de construir ciudades accesibles, viviendas adaptadas, redes de cuidadores certificados, espacios de recreación, protección jurídica, atención emocional, inclusión laboral y tecnologías que promuevan la autonomía.

Estamos frente a la oportunidad de detonar una nueva economía social basada en el respeto, la inclusión y el aprovechamiento del capital humano con experiencia. La vejez ya no debe entenderse como un gasto, sino como una plataforma de innovación, emprendimiento y desarrollo.

Quienes hoy se aproximan a la tercera edad tienen un perfil distinto al de generaciones anteriores:

  • Mayor nivel educativo y autonomía.

  • Mayor participación laboral en edades avanzadas.

  • Mayor familiaridad con el uso de tecnología.

  • Nuevas aspiraciones: viajar, emprender, estudiar, mantenerse activos.

Además, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente: de 49 años en 1950 a 75 años en 2020, y se estima que para 2050 alcanzará los 82 años. La esperanza de vida a partir de los 60 años también ha crecido más de una década en las últimas décadas.

Pero una vejez más prolongada también trae consigo nuevos retos:

  • Aumento de enfermedades crónicas y neurodegenerativas.

  • Soledad y aislamiento social.

  • Insuficiente preparación económica para el retiro.

  • Déficit de servicios gerontológicos especializados.

La calidad de vida mejora, pero el modelo actual sigue siendo reactivo, centrado en la atención médica curativa, y no en la prevención, el bienestar emocional ni la autonomía prolongada.

La economía de los adultos mayores no es solo una preocupación sanitaria; es una plataforma multisectorial que generará empleo, innovación, emprendimientos y nuevos modelos de negocio. Algunas áreas clave incluyen:

  • Salud y atención geriátrica: hospitales especializados, clínicas móviles, atención domiciliaria, cuidadores certificados, medicina personalizada.

  • Vivienda accesible: hogares inteligentes, residencias colaborativas y diseño universal.

  • Turismo senior: viajes seguros, programas culturales y voluntariado internacional.

  • Servicios financieros: pensiones, seguros, inversiones adaptadas a la longevidad.

  • Consumo y bienestar: alimentación funcional, suplementos, dispositivos ergonómicos.

  • Educación continua: universidades de la tercera edad, aprendizaje intergeneracional, desarrollo de habilidades digitales.

A diferencia de la industria educativa del siglo pasado, esta nueva industria cuenta con un aliado estratégico: la tecnología. La inteligencia artificial y las soluciones digitales pueden revolucionar el envejecimiento, promoviendo la independencia y mejorando la calidad de vida.

  • Asistentes robóticos y sensores inteligentes para monitoreo en tiempo real.

  • Apps personalizadas de IA para dietas, ejercicios y estimulación cognitiva.

  • Entornos virtuales para terapia emocional y socialización.

  • Plataformas educativas para el aprendizaje continuo.

  • Soluciones fintech para una economía adaptada a la longevidad.

En resumen, estas herramientas no solo optimizan la atención, sino que abren nuevos campos para la formación de talento, innovación, investigación, emprendimiento y empleo, especialmente para las nuevas generaciones.

En 1950, México apostó por el futuro construyendo escuelas. Esa decisión cambió el rumbo del país. Hoy, estamos llamados a tomar una decisión igualmente trascendental: ¿Estamos preparados para formar el talento humano, construir la infraestructura institucional y tecnológica que requiere la industria de los adultos mayores?

La respuesta marcará el destino de nuestra sociedad: su cohesión, su competitividad y su sostenibilidad. Porque así como en su momento pusimos en el centro a la infancia y la juventud, hoy nos corresponde dignificar la vejez.

Esta no es solo una política pública necesaria: es una visión de país. Una visión que honra la experiencia, protege la dignidad y abre nuevos horizontes de prosperidad compartida. El futuro también se escribe con arrugas